Os preguntaréis a dónde miro, pues bien estoy viendo nuestro pasado. En ese momento en el que entramos al colegio.
La verdad, de pocas cosas me acuerdo de aquella etapa. Se que siempre llegaba a casa con heridas en mis piernas o que una vez mi cuidadora, que se llevaba bien con todo el mundo, cogió flores que le dio el jardinero, las puso en la mesa de la cocina y de repente salieron hormigas como si fuesen las gaviotas al final de cada recreo. Con esos momentos me doy cuenta de que todo tiene que ver con el colegio… Bueno o con ballet, pero eso es otra historia.
Pasamos de colorear rectángulos con pintura de dedos a tener que dibujar exactamente media carilla en cada tema a modo de portada, o tener que hacer cálculo mental o incluso exámenes infinitos de análisis morfológico. Todo esto nos ha hecho cambiar, obviamente, pero como las excursiones a la playa de un año sí y otro también no había nada. En esas en las cuales si no acababas quemado no eras humano, o si te dejaban meterte en el agua por encima de los tobillos significaba que los profesores habían sufrido algún tipo de insolación.
Cambiando de tema, llegados a la temida ESO, vemos que aquello por lo cual teníamos miedo no tenía importancia. La verdad los primeros cursos fueron más o menos iguales a como fue primaria. El cambio llegó en 4ª. En este curso, me di cuenta de que no me sabía el 90% de los nombres y llegué a conocer a personas que no pensaba que fuesen como son. Cambié totalmente mi grupo de amigos, ni si quiera sé cuándo pasó, pero sucedió.
En la 2ª evaluación se sienta a mi lado una niña rubia. En los primeros minutos no nos dirigíamos la palabra, pero bastó ese poco tiempo para que al cabo de 1h me supiese toda su vida. Luego estuvo la excursión a Madrid, donde serví como perchero para todos los que estaban comprando en el supermercado y donde Laurita y yo tuvimos que salir del museo de cera, por estar mareadas.
Así damos paso a bachiller ahí fue cuando todo el mundo empezó a pensar en la nota y como nos afectaría en nuestro futuro. Mejor nos vamos a saltar toda esta parte y vamos hasta la excursión de Roma. En la cuál si Javi no me hubiese dejado unos guantes, habría muerto del frío. Dónde si no paro a Pablo y Cris para que no compren mucho en Lush hubiesen vuelto sin dinero. También están mis fotos en las que parece que voy a matar a alguien, ¿verdad Cris? Eso parece que nunca cambia. En esa excursión corrí como si me fuese la vida en ello de un lugar a otro. Pasado esto, llegamos a los ansiosos carnavales, todos orgullosos saliendo a desfilar, con una ecuación a nuestro frente… y bueno unos tutús. Pero, al fin de al cabo ¿nos lo pasamos bien no?
Los años pasan y pasan, y en un momento te das cuenta que en vez de estar deseando una vida del Mario Bros, estás deseando una vida, simplemente eso, porque lo que toca es segundo de bachiller. Presenciar en los años anteriores las graduaciones de mis hermanos me hizo ver que en algún momento me tocaría a mí, pero no pensaba que pasase tan rápido el tiempo. ¿No se dice que los adolescentes miden bien el tiempo?
En este año mi estado emocional lo podríamos comparar con una montaña rusa. Pero no es lo que me esperaba. Todos decían que era más difícil, pero el cambio no es ese, sino que no hemos tenido tiempo de nada. Esta palabra parece ser siempre la importante en nuestras vidas. Tiempo.
Siempre hay que saber cuándo una etapa llega a su fin, saber cómo cerrar ciclos, cuándo terminar capítulos; no importa el nombre que le demos, lo que importa es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya se han acabado, pero también hay que recordar que el estar ausente no anula el recuerdo, y que el no estar juntos no significa olvidar lo vivido y compartido.
Sobre esto último, me gustaría que miraseis a las personas que tenéis al lado, seguro que tienes algún momento en mente con ellos, algún momento en el que hayas sonreído por esas personas. Recuerda que ellos han cambiado contigo, han llegado al mismo lugar, a lo mejor no de la misma manera, pero todos estamos aquí y gracias a ellos estás como estás.
Por otro lado, cuando todo esto acabe, no va a ser lo mismo. Siempre está la persona que dice: nada cambiará o el te llamo todas las semanas… Tristemente o no, las cosas sí van a cambiar, pero eso no quita que si en un futuro nos miramos unos a los otros no vayamos a recordar, a sonreír y pensar “Estuviste media vida conmigo, me viste estresarme, me viste feliz, me viste llorar”. No podemos quedarnos con el pasado, pero tampoco con el qué pasará. Somos un grupo, con nuestras diferencias y eso es lo que nos llega a hacer únicos. Este discurso va por nosotros, por nuestro presente. Gracias a todos y cada uno de vosotros, no puedo decir promesas en falso pero lo que sí os puedo prometer es que en el momento que hemos estado juntos me habéis hecho sonreír. Gracias.